miércoles, 15 de octubre de 2014
"Estar separados es peor que cualquier cruel castigo..."
¿No os ha pasado nunca que conocéis a una persona, y se convierte en lo más importante para vosotros, y un día, sin más, de la noche a la mañana, todo lo que habéis construido se viene abajo? Y todas las veces que jurasteis que jamás os romperíais, no han valido para nada, porque habéis acabado estando incluso más rotos de lo que estabais al conoceros. Estabais rotos, sí, pero poco a poco os fuisteis curando esas heridas a base de besos y caricias, hasta recomponeros por completo, hasta ser capaces de amaros incluso sin motivos. Empezasteis una historia y la llamasteis así porque sabíais que ya lo era, una preciosa historia para ser recordada, a pesar de que hayáis acabado hechos añicos. Y haces hasta lo imposible por olvidar a esa persona, por dejar de quererla, pero todo es en vano, porque ¿cómo vas a olvidar a quien antes hacía que te olvidaras hasta del mundo con solo mirarte? Y lo peor es que estás seguro de que si te volviese a mirar como solía hacerlo, el mundo desaparecería por completo una vez más, sería como si solo existierais vosotros. Vosotros y ese amor que tan imposible es que dejéis de sentir, por mucho que os esforcéis, y por mucho que os empeñéis en creer que ya no sentís nada, porque ambos sabéis que os seguís queriendo como el primer día, puede que incluso cada día que pasa os vayáis queriendo un poco más. Y ahí estás de nuevo, leyendo vuestras conversaciones, mirando vuestras fotos, recordando sus ojos, su sonrisa... esa sonrisa que tantas y tantas veces te comiste a besos. Y esos ojos en los que tanto te gustaba perderte. Y recuerdas su cara, esa carita de niña buena que te encantaba. Recuerdas hasta dónde tenía todos y cada uno de sus lunares, esos lunares que solías contarla a besos. Recuerdas lo preciosa que te parecía, y cuántas veces se lo recordabas e incluso se lo demostrabas para que ella hiciera un esfuerzo por creérselo también. Y lo guapa que se ponía cuando la picabas y se hacía la enfadada, pero tú sabías que solo era fachada, porque no podía enfadarse contigo. Odiabas que no se quisiera, odiabas que no pudiese verse con los mismos ojos con los que tú la mirabas, odiabas que ella se odiase, que odiase su cuerpo, ese cuerpo que tantas noches envolviste en caricias, dejando a un lado sus complejos y sus inseguridades, porque contigo no tenía miedo, tú la salvabas. Y es que hubieses dado la vida entera por verla sonreír delante de un espejo. Porque se lo merecía. Y es que, la veías perfecta de verdad, pero ella nunca se lo creía. Y sabes que aún, después de todo, la sigues viendo perfecta, con esos ojos azules que tú adorabas y que eran capaces de iluminar hasta los túneles más oscuros. Y mientras estás ahí, leyendo esas conversaciones y viendo esas fotos, hechas la vista atrás y te preguntas en qué momento cambió todo y por qué, si erais felices, si os queríais como jamás pensasteis que fueseis capaces de llegar a querer a nadie... y maldices una y otra vez los obstáculos que os encontrasteis por el camino para acabar así, porque supisteis superarlo todo, pero hubo un momento en que todo os superó a vosotros. Y maldices una y otra vez el tiempo, y esta distancia que os separa. Maldices no poder dormir sobre su pecho de nuevo, abrazado a ella, sintiendo su piel, oliendo su pelo... en esas noches, te sentías protegido, como si ella te protegiese de todo lo malo. Maldices no poder hacerla el amor ni despertarla a besos como solías hacer. Maldices que no esté contigo, agachando la cabeza a la vez que se sonroja por tus palabras, y lo mucho que te encantaba ese gesto, como antes, cuando aún erais felices, o llamándote "idiota" con una sonrisa en la cara. Maldices no poder meterla mechones de pelo por detrás de las orejas mientras la miras con esa carita de enamorado y con esa sonrisa traviesa que a ella la encantaba. Maldices no poder demostrarla cuánto la quieres, porque sí, lo haces, y estar separados es peor que cualquier cruel castigo, y duele, joder, cómo duele...
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